“El coaching no es terapia porque no trabaja traumas o patologías”, aclara Ríos. Tampoco es formación ni consultoría ya que el coaching parte de la premisa que el coach no es experto y que el coachee es quién mejor puede formular respuestas a la situación está viviendo.

Ríos destaca algunas distinciones importantes entre estos papeles: La participación – El coach acompaña el proceso de desarrollo del coachee. Un consultor o capacitador, en cambio, es “experto”. La definición de objetivos del cliente – El coachee [cliente] identifica y define sus objetivos, en vez de un consultor o capacitador. El proceso – “El coach facilita que el cliente se conozca a sí mismo para encontrar sus respuestas”, describe Ríos, mientras que “el consultor provee las estrategias” de cómo hacerlo. El enfoque – El coach se enfoca en lograr el potencial del coachee y lo que quieren ser o desean, mientras que el consultor o capacitador se enfoca en los déficits y como brindar soluciones de recuperación.

La diferencia entre estas tres es el papel y nivel de intervención del coach, mentor o consejero en cada uno. El coach realiza preguntas que ayudan al cliente a encontrar sus propias preguntas y respuestas. Es diferente que el consejero porque presume el coachee quién mejor puede conocerse a sí mismo y sus circunstancias. El mentor enseña un comportamiento para guiar a la otra persona.

Dependiendo del enfoque de cada persona, Ríos describe varios propósitos de coaching: “Afianzar competencias claves en los ejecutivos” “Mejorar como persona” “Aprender de uno mismo” “Analizar, tomar conciencia y acciones de mejora” “Mejorar las relaciones directivo-colaborador” “Fomentar el liderazgo”